lunes, abril 08, 2013

La Argentina le dio un golpe a la historia en la Copa Davis


Carlos Berlocq se queda uno, dos, tres segundos paralizado. No entiende nada, está aturdido, agotado, incrédulo. En el sexto match point del argentino, Gilles Simon, un mosquetero con el florete desafilado, lanza un drive desviado, malo, malísimo. El público, los casi 11.000 espectadores que tostaron sus rostros, sus cuerpos en la soleada tarde dominguera, alucina, ruge. Recién ahí Charly reacciona, empieza a tomar conciencia de lo que acaba de lograr. Señala a su mujer, María Noel, su inspiración; suelta la raqueta; se desgarra la remera, cual si fuera el Increíble Hulk, como ya había hecho en febrero ante Alemania. Llora. Con él lloran casi todos en el equipo de Copa Davis, esa bendita competencia esquiva que "te hunde o te hace tocar el cielo", como había ilustrado Horacio Zeballos. Con la victoria del gladiador nacido en Chascomús ante al 13° del circuito por 6-4, 5-7, 6-4 y 6-4, en 3h48m, se concreta el batacazo, uno de los momentos más impactantes de la riquísima historia del tenis argentino. Sucede que Francia, una de las mejores escuelas de tenis en el mundo y cuya federación cuenta con US$ 100.000.000 en presupuesto anual, jamás había caído ante la Argentina, en cinco cruces. Llegó a nuestro país con dos top ten (Jo-Wilfried Tsonga y Richard Gasquet, que al final no jugó) y un mago para el desafío de dobles (Michael Llodra), acaparando el favoritismo. Pero el equipo capitaneado por Martín Jaite se hizo rocoso en la adversidad y el triunfo 3-2 (antes del desahogo de Berlocq, Tsonga derrotó 6-3, 6-3 y 6-0 a Pico Mónaco), que lo sitúa en la semifinal con República Checa, en Europa, del 13 al 15 de septiembre, es un cachetazo a la historia. 
"Éste es uno de los triunfos más grandes del tenis argentino. No sé bien en qué escalón ponerlo, porque sobre todo en los últimos diez años hubo grandes series. Pero estoy convencido de que es un impacto, un gran impacto. Porque además mucha gente no lo esperaba, no creía que pudiéramos ganar", explicó Jaite, prácticamente con un hilo de voz. Y con razón, porque eran muy pocos los que sospechaban que Francia tropezaría en el polvo de ladrillo del Parque Roca; con justicia, antecedentes y presente, era el gran candidato en el mundillo del tenis y eso se reflejaba, incluso, en las casas de apuestas internacionales. Es que Les Bleus tenían casi todos los recursos para ganar, para lucir su elegancia por Buenos Aires. "Este año queremos ganar la Ensaladera", había dicho Tsonga, el imponente número 8 del mundo, convencido, ilusionado. Además, la Argentina se presentaba sin su mejor raqueta -Juan Martín del Potro-, con Mónaco falto de buenas sensaciones -con cinco derrotas en ATP durante esta temporada-, con Berlocq con molestias físicas -se había retirado en Miami por una lesión en la rodilla izquierda-, y con la incertidumbre de saber cómo respondería atléticamente David Nalbandian. Pero poco a poco, los fantasmas se fueron ahuyentando, con buenos entrenamientos semanales, armonía grupal y las dudas que llegaban desde el búnker francés por las pocas ganas que tenía Gasquet de arriesgar su maltrecho tobillo derecho y los enfados que ello habría generado internamente. 
Nunca es recomendable abusar de las adjetivaciones, de los elogios. La prudencia es bienvenida, siempre. Pero no hay que tener temor en poner la victoria argentina ante Francia entre las más inesperadas y emotivas de la historia en el torneo. En qué casillero es lo de menos; queda para el gusto de cada uno. Pero este 3-2, con la mejor actuación en la carrera del gran luchador Berlocq, está, codo a codo, con el 4-1 ante Australia en el césped de Sydney, en julio de 2005. Se asemeja al 4-1 ante EE.UU. por la final de la Zona Americana, en marzo de 1980, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club, con McEnroe desembarcando como flamante N° 1. Se compara con el 3-2 a Serbia, en Belgrado, con Djokovic en su temporada consagratoria. O con el 3-2 ante Rusia, en 2010, en Moscú, ante un equipo que acumulaba 15 años sin derrotas en casa. Se equipara con el 3-2 con Alemania (por entonces, el campeón), por los cuartos de final de 1990, en el Baltc. Se vincula con el 3-2 vs. Gran Bretaña, por el ascenso al Grupo Mundial de 1990, en el césped de Eastbourne. Faltan otros batacazos, otras alegrías, es cierto, pero el concepto está muy claro, expuesto. 
En los casi 90 años de trayectoria, con la que terminó ayer, la Argentina acumuló 141 series (con un récord de 81 triunfos y 60 derrotas) y con los galos se trataba de un desafío que podía ser muy perjudicial en distintos aspectos. Económico, deportivo, espiritual. Pero hubo una comunión. Por el bien de todos los protagonistas en el tenis nacional, finalizó una semana en la que prácticamente sólo se habló de tenis, de circunstancias de los partidos del fin de semana, de especulaciones estratégicas. Y se cumplió el objetivo, el anhelo que lucía casi imposible. Así, la Argentina sigue siendo protagonista en la Davis. Pasó de un comienzo de temporada en el que temía con el alarmante repechaje a ganarse un lugar entre los mejores cuatro. Fenomenal. Histórico. 

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